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domingo, 12 de febrero de 2012

Movimientos sobre el tablero

Entonces miré detenidamente a John Galt. Parecía amable y bueno pero vi un dolor profundo en sus ojos que antes no había visto nunca. Más que un hombre que había querido ser feliz parecía un hombre que había perdido dos peones en los primeros movimientos de una partida de ajedrez sin sacar ninguna ventaja.

(Hollywood, Charles Bukowski)

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lunes, 6 de febrero de 2012

Yo estaba un poco triste por no ser joven y poder hacerlo todo otra vez, beber y pelear y jugar con las palabras. Cuando uno es jóven puede aguantar realmente un bobardeo. la comida no importaba. Lo que importaba era beber y sentarse a la máquina de escribir. Yo debo de haber estado loco, pero hay muchas clases de locos y algunos son bastante encantadores. me moría de hambre con tal de tener tiempo para escribir. eso ahora ya no se hace. Mirando la mesa me vi otra vez sentado allí. Había estado loco y lo sabía y no me importaba.


(Hollywood, Charles Bukowski)

Posiblemente

Jon se puso a trabajar. Se hicieron copias del guión, se enviaron a productores, agentes, actores. Yo volví a jugar con la poesía. También planeé un nuevo sistema para el hipódromo. El hipódromo era importante para mí porque me permitía olvidar que, supuestamente, yo era un escritor. Escribir era extraño. Necesitaba escribir, era como una enfermedad, una droga, una fuerte compulsión, sin embargo no me gustaba verme a mí mismo como escritor. Tal vez había conocido a demasiados escritores. Empleaban más tiempo hablando mal unos de otros que en hacer su trabajo. Eran inquietos, cotillas, solteronas; se quejaban, apuñalaban por la espalda y estban llenos de vanidad. ¿Eso eran nuestros creadores? ¿Siempre fue así? Posiblemente. Tal vez escribir fuese una forma de quejarse. Sólo que algunos se quejaban mejor que otros.


(Hollywood, Charles Bukowski)

domingo, 5 de febrero de 2012

¿y ahora qué?

Volví al hipódromo. A veces me preguntaba qué estaba haciendo allí. Y a veces lo sabía. Por lo menos allí podía ver grandes cantidades de gente en su peor aspecto, y eso me mantenía en contacto con la verdad esencial de la humanidad. La codicia, el miedo, la ira, allí estaba todo.

Hay algunos individuos característicos en todos los hipódromos de todos los sitios, todos los días. Era muy probable que a mí se me considerara como a uno de esos personajes y eso no me gustaba. Yo hubiese preferido ser invisible. No me gustaba intercambiar opiniones con otros jugadores. No quiero discutir con ellos sobre los caballos. No veo a los otros jugadores con ningún tipo de camaradería, en absoluto. En realidad estamos jugando unos contra otros. El hipódromo nunca tiene un día de pérdidas. El hipódromo se lleva su parte, el estado se lleva su parte, y la parte es cada vez más grande, lo cual significa que para que un jugador gane sistemáticamente debe tener una línea de apuestas definida, un método superior, una visión lógica. El jugador promedio juega a dobles, a gemelas, a triples, a las quinielas hípicas. Acaban con puñados y puñados de tickets inútiles. Apuestan a ganador y colocado. Pero sólo hay una apuesta, y esa apuesta es para ganar. Eso evita los agobios. El secreto reside siempre en la sencillez. Creo que el hipódromo me mantiene consciente de eso.

Pero, por otro lado, el hipódromo es una enfermedad, un sustituto, una huida, un sucedáneo de alguna otra cosa a la que habría que enfrentarse. De todos modos, todos necesitamos escapar. Las horas son largas y de alguna forma han de ocuparse hasta que llegue la muerte. Y simplemente no hay tanta belleza ni emoción por ahí como para andar yendo de un lado a otro. Las cosas se vuelven pronto monótonas y abrumadoras. Nos despertamos por las mañanas, damos una patada a las sábanas, apoyamos los pies en el suelo y pensamos. Ah, mierda, ¿y ahora qué?


(Hollywood, Charles Bukowski)

mental y espiritual

Me gustaban los combates. De alguna forma me recordaban a la escritura. Se necesitaban las mismas cosas: talento, cojones y estar en forma. Sólo que la forma era mental y espiritual. Nunca se era un escritor. Uno tenía que convertirse en escritor cada vez que se sentaba a la máquina. No era tan difícil una vez sentado frente a la máquina de escribir. A veces lo que era difícil era encontrar aquella silla y sentarse en ella. A veces uno no podía hacerlo. Igual que al resto de los mortales, a uno se le atravesaban cosas delante: pequeños problemas, grandes problemas, continuos golpes y vapuleos. Uno tenía que estar en forma para soportar aquello que intentaba matarlo. Ese era el mensaje que yo sacaba al observar los combates, o al observar correr a los caballos, o al ver la forma en que los jockeys intentaban superar todo el tiempo la mala suerte, caídas del caballo en los hipódromos y pequeños horrores personales fuera del hipódromo. Yo escribía sobre la vida, ja ja. Pero lo que realmente me asombraba era el enorme valor de algunas de las personas que vivían esa vida. Eso me ayudaba a seguir adelante.


(Hollywood, Charles Bukowski)

sábado, 21 de enero de 2012

Odio puro

Tenía que conducir a través de todo eso. Dos negritos de unos once años nos miraban fijamente desde sus bicicletas. Era odio puro, perfecto. Podía sentirlo. Los negros pobres odian. Los blancos pobres odian. Sólo cuando los negros tenían dinero y los blancos tenían dinero era cuando se mezclaban. Algunos blancos amaban a los negros. Muy pocos negros, por no decir ninguno, amaban a los blancos. Todavía estaban desquitándose. Tal vez nunca lo lograsen. En una sociedad capitalista los perdedores son esclavos de los ganadores y tiene que haber más perdedores que ganadores. ¿Qué creía? Sabía que la política nunca lo resolvería y no quedaba tiempo suficiente para la buena suerte.

(Hollywood, Charles Bukowski)

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