martes, 21 de diciembre de 2010

navidad



Felices fiestas para todos.

lo mejor hoy y siempre.

saludos desde mexicalpan de las garnachas

nrq

sábado, 18 de diciembre de 2010

controvertido, brusco, crítico, arrogante y pedante

Lorenzo de Valla era un polígrafo del Renacimiento italiano. Un hombre controvertido, brusco, crítico, arrogante y pedante, que fue atacado por sus contemporaneos por sacrilegio, impudicia, temeridad y presunción… entre otras imperfecciones. Tras concluir que, por razones gramaticales, el credo de los apostoles no podía haber sido escrito realmente por los doce apóstoles. La Inquisición le declaró hereje y sólo la intervención de su mecenas, Alfonso, rey de Napoles, impidió que fuera inmolado. Inasequible al desaliento, en 1440 publicó un tratado demostrando que la Donación de Constantino era una burda falsificación. El lenguaje del documento equivalía al latín cortesano del siglo IV… Gracias a Lorenzo de Valla, la Iglesia católica romana ya no reclama el derecho a gobernar las naciones de Europa.

(El Mundo y sus Demonios. Carl Sagan)

Palabra

La palabra, ese maravilloso sonido, vínculo que nos une y nos separa, sonidos que nos comunican desde nuestro interior más profundo hacia afuera de nosotros, logrando hacernos externos a nosotros, a nuestros pensamientos; con ellas podemos penetrar al interior de personas ajenas y hasta desconocidas; realizarnos con ellos y en ellas, desarrollar todo tipo de conocimientos. El gran amor al saber, que en griego se denomina sophia, nos permite avanzar en la ciencia; nos lleva de la mano por el camino del arte, el cual nos permite estar presentes ante el macrocosmos, alegrando, profundizando y ensanchando, con esta unión, nuestro microcosmo. La interpretación que podemos dar a las palabras traducidas a otro lenguaje, nos permite viajar donde las palabras nos llevan por la música cuyas deleitables melodías existen palpitantes dentro de nosotros mismos, comunicando nuestro ser con la creación, con la alegría o la melancolía, con el universo mismo, con todo lo exterior a nuestro sentir, vivir, y expresar, con aquello que nos rodea en todos los planos. La magia de la palabra nos permite nombrar el amor y sentirlo al momento de poder exteriorizarlo, al decirlo; a Dios, a sus creaciones y sus infinitos regalos. Nos permite conocer todo y nombrarlo como para hacerlo una parte de nosotros, para poder apropiarnos de todo lo mencionable, incluso hasta para sentirnos sus dominadores con poderes sobre de ello. Así la palabra se torna mágica, nos predice, nos realiza; nos sitúa en el presente, nos transporta a momentos pasados, nos promete un cambiante futuro.

(La palabra y el cosmos. Rodrigo Rivero Lake)

martes, 14 de diciembre de 2010

el trabajo como un juego

En cualquier caso, esa vida bohemia de privaciones reales o imaginarias no dura mucho. Y es también la época de las grandes calaveradas (vitellonate): por la noche Federico, Rinaldi y demás amigos acostumbraban volver a casa en coche de alquiler para, en los últimos cien metros, apearse de pronto y salir por pies, o se presentan con aire cándido en ciertos restaurantes donde antes de cerrar ofrecen las sobras gratis a los "artistas". Es el caso del restaurante Donatello, en Via Milano, cerca del Traforo, cuyo dueño, Bruno, sirve incluso al fiado. Allí conocen a uno de los parroquianos fijos, Luigi A. Garrone, piamontés de mediana edad que dice ser periodista y figura en la lista negra por antifascista. Es gordo y temperamental, gusta de contar viajes que nunca ha hecho, come sin pagar y después de la cena sigue bebiendo. Habla arrastrando las erres y con gran poder de seducción. A veces trabaja de actor: el vagabundo que en la playa asusta al pequeño protagonista en la película de De Sica Los niños nos miran (I bambini ci guardano) es él. Y con el nombre de "Gattone" aparecerá en el borrador del guión de Moraldo in città, que cuenta también el triste final que tuvo, un recuerdo retomado en la película Fortunella (1958) de Eduardo de Filippo: en este caso el moribundo del hospital se llama profesor Golfiero Paganica, interpretado por el norteamericano Paul Douglas.

Aunque no dejó de sentirse fascinado por el personaje, Federico desconfió enseguida de su carácter autodestructivo. El simpático Garrone también da miedo: representa el punto de no retorno, el símbolo de una vida abocada al desastre. Pero también una exhortación a conjugar imaginación y rigor, inspiración y oficio, sueño y trabajo. Y tanto mejor si uno se toma el trabajo como un juego, que es lo que hace Federico cuando, en los albores de su nueva vida en Roma, se abre camino en la redacción de Marc'Aurelio.

(Fellini. Tullio Kezich)