sábado, 18 de diciembre de 2010

Palabra

La palabra, ese maravilloso sonido, vínculo que nos une y nos separa, sonidos que nos comunican desde nuestro interior más profundo hacia afuera de nosotros, logrando hacernos externos a nosotros, a nuestros pensamientos; con ellas podemos penetrar al interior de personas ajenas y hasta desconocidas; realizarnos con ellos y en ellas, desarrollar todo tipo de conocimientos. El gran amor al saber, que en griego se denomina sophia, nos permite avanzar en la ciencia; nos lleva de la mano por el camino del arte, el cual nos permite estar presentes ante el macrocosmos, alegrando, profundizando y ensanchando, con esta unión, nuestro microcosmo. La interpretación que podemos dar a las palabras traducidas a otro lenguaje, nos permite viajar donde las palabras nos llevan por la música cuyas deleitables melodías existen palpitantes dentro de nosotros mismos, comunicando nuestro ser con la creación, con la alegría o la melancolía, con el universo mismo, con todo lo exterior a nuestro sentir, vivir, y expresar, con aquello que nos rodea en todos los planos. La magia de la palabra nos permite nombrar el amor y sentirlo al momento de poder exteriorizarlo, al decirlo; a Dios, a sus creaciones y sus infinitos regalos. Nos permite conocer todo y nombrarlo como para hacerlo una parte de nosotros, para poder apropiarnos de todo lo mencionable, incluso hasta para sentirnos sus dominadores con poderes sobre de ello. Así la palabra se torna mágica, nos predice, nos realiza; nos sitúa en el presente, nos transporta a momentos pasados, nos promete un cambiante futuro.

(La palabra y el cosmos. Rodrigo Rivero Lake)

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