martes, 29 de octubre de 2013

Tequila

Garza me miró muy serio y me sirvió más tequila.

Él tenía un dicho que en ese momento parecía apropiado: "No lo olvides: la mejor manera de sobrevivir en México es ser a prueba de balas e invisible, y el tequila tiene cierta manera de hacerte sentir así. Y recuerda: las orejas no son de adorno. Ya sabes todo lo que vas a decir, pero no todo lo que puedes escuchar.

(Medianoche en México, Alfredo Corchado)
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Medianoche en México

"Post mortem", los muertos a menudo eran tachados de ser personajes turbios vinculados con el crimen organizado. En México te matan dos veces: primero con un balazo, un hachazo en la cabeza o un baño de ácido. Luego con rumores sobre ti.
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La amabilidad y la cortesía pueden llegar a parecer lo único que queda en un país donde el sistema ha sido tan injusto desde hace tanto, donde cada quien se las tiene que arreglar como puede.
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En México aprendes a esperar, a ser paciente, porque esperar es lo único que haces.

(Medianoche en México, Alfredo Corchado)
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La maldición de México

Yo llegué a Estados Unidos en 1966, dando gritos y sombrerazos, y les juré a mis padres -Juan Pablo y Herlinda- que algún día regresaría a México y les probaría lo mucho que se equivocaban sobre la promesa de Estados Unidos. Estaba repitiendo las palabras de mi tío Delfino, que se negaba a irse para el norte. Él nos recordaba que la maldición de México no ha sido la historia, sino la traición. Mis padres me demostraron lo equivocado que estaba yo en desconfiar de Estados Unidos, al darnos la posibilidad de reinventarnos en una nueva tierra.


(Medianoche en México, Alfredo Corchado)
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sábado, 26 de octubre de 2013

Medianoche en México

Las amenazas en México se dan todo el tiempo. Así se comunican los mexicanos. Es lo único que funciona. Te amenazan por todo y por nada. El miedo funciona mejor que demandar a alguien, que hablarle a un abogado. La corrupción siempre se interpone; cuando tratas de hacer las cosas bien, acabas sin un peso. Es ridículo, es una pérdida de tiempo y dinero. Así que mejor agarras el teléfono y dices: A ver, hijo de tu puta madre, me la vas a pagar". O: "Te voy a matar".
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Y por muy cansado que estuviera de México, también estaba harto del estadounidense pragmático e idealista que llevo dentro.
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A mi madre le gustaba decir: "En México, haces lo que puedes, no lo que quieres. La fe es lo único que tenemos".
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Todos los mexicanos tenemos un poquito de PRI dentro, pero unos más que otros.
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¿Sanborns?, pensé decepcionado. Era como el IHOP mexicano pero con una tienda departamental y café malo.


(Medianoche en México, Alfredo Corchado)
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Los dos Laredos

En 1848, los habitantes de Laredo tuvieron que tomar una decisión. Después de la guerra de Estados Unidos y México, Estados Unidos les dio a los habitantes de Laredo la opción de quedarse en lo que ahora es territorio estadounidense, el norte del río Bravo, o mudarse al sur del río a territorio mexicano. Algunos se quedaron en el norte, no tanto por lealtad a Estados Unidos sino por cariño a la tierra. Muchos se fueron al sur a empezar de nuevo. Se llevaron sus pertenencias, sus caballos y vacas; algunos incluso fueron al cementerio, desenterraron los restos de sus seres amados y se los llevaron para volverlos a enterrar en México, en "Nuevo" Laredo. La región se conoce como Los Dos Laredos.


(Medianoche en México, Alfredo Corchado)
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jueves, 24 de octubre de 2013

Al romper el alba

            –Lawrence trató de contarlo todo –dije–. Pero yo no podía seguirle porque había excesivo misticismo cerebral. Nunca me creí que se hubiera acostado con una chica india. Ni siquiera que hubiera acariciado a una. Era un periodista sensible que contemplaba el paisaje de la tierra india y tenía odios y teorías y prejuicios. También escribía maravillosamente. Pero al cabo de un tiempo necesitaba enfadarse para escribir. Había hecho algunas cosas perfectamente y estaba a punto de descubrir algo que la mayor parte de la gente no sabe y empezó a formular demasiadas teorías.


            –Así es. Pero es difícil hasta para los italianos. Más difícil para ellos que para cualquier otro. Si un italiano consigue escribir algo bueno sobre Italia es un fenómeno. Lo mejor sobre Milán lo escribió Stendhal.


... Si vas a hacer de profeta es mejor profetizar con las probabilidades a tu favor.


            –“Al igual que con el cese del agua celestial el agua terrenal comienza a secarse gradualmente; así también es el caso de la razón humana, la cual sin la revelación celestial pierde su pureza y su fuerza.”


... pero cualquiera que haya comido carne alguna vez tiene que saber que alguien la ha matado y, puesto que Mary se había implicado en lo de matar y quería matar sin infligir sufrimiento, era preciso que aprendiese y practicase. Quienes nunca han cogido peces, ni siquiera una lata de sardinas, y que pararían al coche si hubiera langostas en la carretera, y nunca han comido ni siquiera caldo de carne, no deben condenar a quienes matas para comer y a quienes la carne les pertenecía antes de que le hombre blanco les robara su tierra. ¿Quién sabe lo que siente una zanahoria, o un rabanito, o la bombilla eléctrica usada, o un disco de fonógrafo gastado, o el manzano en invierno? ¿Quién conoce los sentimientos del aeroplano demasiado viejo, del chicle, de la colilla o del libro desechado comido por la carcoma?


(Al romper el alba, Ernest Hemingway)

lunes, 14 de octubre de 2013

La nieve del almirante

... La selva no tiene nada misterioso, como suele creerse. Ese es su peligro más grande. Es, ni más ni menos, esto que usted ha visto. Esto que ve. Simple, rotunda, uniforme, maligna. Aquí la inteligencia se embota, el tiempo se confunde, las leyes se olvidan, la alegría se desconoce, la tristeza no cuaja.


... Cuando dejó de beber era señal de que algo se había detenido dentro de él, algo que aún lo mantenía vivo y que se había roto para siempre. La charla que tuvimos la otra noche me regresa ahora con una claridad irrebatible. Estaba informándome sobre lo que tenía resuelto. No era hombre para decir, así, de repente; “Me voy a matar”. Tenía el pudor de los vencidos. Yo no quise descifrar el mensaje o mejor, preferí dejarlo oculto en ese recodo del alma en donde guardamos las noticias irrevocables, las que ya no cuentan con nosotros para cumplirse fatalmente.





            ‘Aprender, sobre todo, a desconfiar de la memoria. Lo que creemos recordar es por completo ajeno y diferente a lo que en verdad sucedió. Cuantos momentos de un irritante y penoso hastío nos los devuelve a memoria, años después, como episodios de una espléndida felicidad. La nostalgia es la mentira gracias a la cual nos acercamos más pronto a la muerte. Vivir sin recordar sería, tal vez, el secreto de los dioses’”


... Terminé de vestirme y me perdí en la ancha calle de tierra, taladrada por el sol y la algarabía de radios, cubiertos y platos de los cafés y cantinas que comenzaban a llenarse con su habitual clientela de chóferes, ganaderos y soldados de la base aérea. Pensé con desmayada tristeza que esa había sido, precisamente, la esquina de la vida que no hubiera querido doblar nunca. Mala suerte”.

(La nieve del almirante, Álvaro Mutis)