viernes, 29 de agosto de 2014

La bandeja de plata


El hachís que Woody había tratado de cultivar  en su patio de atrás a partir de las semillas africanas no prosperó. Pero, detrás del almacén, donde tenía aparcado el Lincoln Continental, tenía una pequeña plantación de marihuana. No había nada malo en Woody, pero no le gustaba respetar por completo la ley. Era simplemente una cuestión de autoestima.

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Los caballos, las cartas, el billar y las mujeres, por ese orden, eran sus principales intereses.

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Tiene que ser muy listo el hombre al que las teorías sexuales de su padre no lo marquen para siempre, y Woody no era tan listo. Eso lo sabía él. Personalmente, se había molestado mucho para portarse bien con las mujeres en este sentido. Lo pedía la naturaleza. Él y Papa eran hombres rudos y vulgares, pero no hay nadie tan bruto que no pueda tener un gesto de delicadeza.

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Y era cierto que a Woody Papa le robó el corazón porque Papa era muy egoísta. Normalmente las personas egoístas son las más queridas. Ellos hacen aquello de lo que tú te privas, y por ello las quieres. Te roban el corazón.

(La bandeja de plata, Saul Bellow)

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