martes, 25 de septiembre de 2012

Una bromita

... Me acerco a la empalizada y durante largo rato miro por una hendidura. Veo a Nádeñka salir al patio y alzar su triste, acongojada mirada al cielo... El viento de primavera sopla directamente en su pálido y sombrío rostro... le hace recordar aquel otro viento que bramaba en la colina dejando oír aquellas tres palabras, y su cara se pone triste, muy triste, y una lágrima se desliza por su mejilla. La pobre muchacha extiende ambos brazos como suplicando al viento le traiga una vez más aquellas palabras. Y yo, al llegar una ráfaga de viento, digo a media voz:
            -¡La amo, Nadia!
            ¡Por Dios, hay que ver lo que sucede con Nádeñka! Deja escapar un grito y con amplia sonrisa tiende sus brazos hacia el viento, alegre, feliz, tan bella.
            Y yo me voy a hacer las maletas...
            Esto sucedió hace tiempo. Ahora Nádeñka está casada con el secretario de una institución tutelar y tiene ya tres hijos. Pero nuestros viajes en trineo y las palabras “La amo, Nadia”, que le llevaba el viento, no están olvidados, para ella son el recuerdo más feliz, más conmovedor y más bello de su vida...
            Mientras que yo, ahora que tengo más edad, ya no comprendo para qué decía aquellas palabras, por qué hacía aquella broma...

(Una bromita, Antón Chéjov)

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