miércoles, 24 de julio de 2013

El obispo

no sentía arrepentimiento por los pecados ni tristeza, sino paz en su alma y silencio, transportándose en sus pensamientos al lejano pasado, a su infancia y su juventud, cuando asimismo se cantaba acerca del Esposo y del palacio, y ahora aquel pasado aparecía vivo, bello y lleno de alegría, como probablemente nunca había sido. Y puede ser que en el otro mundo, en la otra vida, recordemos el lejano pasado, nuestra vida terrenal, con el mismo sentimiento.

(El obispo, Antón Chéjov)

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