jueves, 15 de septiembre de 2011

padre

Secretamente, yo le reprochaba a mi madre que hubiese pasado con tanta facilidad a la orden del día, después de la pérdida de mi padre. Pensaba que jamás le había querido, y, comoquiera que mi padre no había encontrado refugio en el corazón de ninguna mujer, tampoco había podido arraigar en ninguna realidad, y levitaba inmisericorde y eternamente sobre las periferias de la vida, por regiones semirreales, por los bordes de la realidad. Él ni siquiera había tenido -pensaba yo- una muerte digna como ciudadano, todo en él tenía que ser ambiguo y extraño.


(Las tiendas de color canela, Bruno Schulz)

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