jueves, 7 de febrero de 2013

Iónich




... En los primeros momentos Startsev quedó asombrado por lo que estaba viendo por primera vez en su vida y lo que, probablemente, nunca más volvería a ver: un mundo que no se parecía a nada, mundo en el que la luz de la luna era tan tenue y hermosa como si tuviera allí su cuna; donde no había vida, ninguna señal de vida, pero en cada álamo oscuro, en cada tumba sentíase la presencia de un misterio, que prometía una vida apacible, bella, eterna. Las losas, las flores marchitas y las hojas otoñales exhumaban un leve soplo de tristeza, de perdón y de paz.


... En realidad, la madre Naturaleza hace al hombre una broma bastante pesada y no es nada alegre tener plena conciencia de ello. Startsev estaba pensando en estas cosas y, al mismo tiempo, tenía ganas de gritar que deseaba y esperaba el amor cueste lo que cueste; ya no eran los blancos trozos de mármol lo que estaba viendo, sino bellos cuerpos, formas que se ocultaban púdicamente en las sombras de los árboles; sentía su calor y una languidez que se tornaba penosa...


... Creo que nadie aún describió exactamente el amor, porque es muy difícil describir este tierno, alegre y tortuoso sentimiento; quien lo haya experimentado siquiera una vez, no intentará expresarlo con palabras. ¿Para qué los preámbulos y las descripciones? ¿Para qué la elocuencia? Mi amor no tiene límites... le ruego, le imploro –declaró, por fin, Startsev- que sea mi esposa.


            ¿Y Kótik? Estaba más delgada y más pálida; al mismo tiempo era más hermosa y más esbelta; pero ya no era Kótik sino Ekaterina Ivánovna; ya no tenía la frescura de antes ni la expresión de inocencia infantil. Había algo nuevo en su mirada y en sus modales, algo tímido y culpable, como si allí, en la casa de los Turkin, ya no se sintiera en su propia casa.


            Está muy atareado, a pesar de lo cual no abandona su cargo de médico del distrito; la avaricia lo tiene dominado y lo hace correr de un lado para otro. En Dialich, y también en la ciudad, lo llaman ya simplemente Iónich.


(Iónich, Antón Chéjov) 

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