martes, 27 de mayo de 2008

el escrito de la semana (sabato)

Corría el año de 1943 cuando una crisis personal le hizo abandonar el área científica; sus profesores le dijeron que la única forma de demostrar su calidad como escritor era realizando una obra monumental como “Los Buddenbrooks” de Thomas Mann. Apartir de ese momento comenzó a escribir arduamente, realizando un pequeño libro el año de 1948 de nombre “El Túnel”, el cual no tenía comparación con la obra del germano. No obstante, tiempo después, recibiría una carta de Mann, diciéndole que su libro le parecía un gran escrito.

Ernesto Sabato nos regala una verdadera joya con “El Túnel”. Conozcamos un poco de este hermoso libro.

ciao




Ernesto Sabato

El Túnel

... En realidad, siempre he pensado que no hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de defensa de la especie humana. La frase “todo tiempo pasado fue mejor” no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que –felizmente- la gente las echa en el olvido.

... En un planeta minúsculo, que corre hacia la nada desde millones de años, nacemos en medio de dolores, crecemos, luchamos, nos enfermamos, sufrimos, hacemos sufrir, gritamos, morimos, mueren y otros están naciendo para volver a empezar la comedia inútil.

... Me pareció que era una frágil criatura en medio de un mundo cruel, lleno de fealdad y miseria. Sentí lo que muchas veces había sentido desde aquel momento del salón: que era un ser semejante a mí.

... El suicidio seduce por su facilidad de aniquilación: en un segundo, todo este absurdo universo se derrumba como un gigantesco simulacro, como si la solidez de sus rascacielos, de sus acorazados, de sus tanques, de sus prisioneros no fuera más que un fantasmagoría, sin más solidez que los rascacielos, acorazados, tanques y prisiones de una pesadilla.

... y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había trascurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos trasparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles; y quizá se había acercado por curiosidad a una de mis extrañas ventanas y había entrevisto el espectáculo de mi insalvable soledad, o le había intrigado el lenguaje mudo, la clave de mi cuadro. Y entonces, mientras yo avanzaba siempre por mi pasadizo, ella vivía afuera su vida normal, la vida agitada que llevan esas gentes que viven afuera, esa vida curiosa y absurda en que hay bailes y fiestas y alegría y frivolidad. Y a veces sucedía que cuando yo pasaba frente a una de mis ventanas ella estaba esperándome muda y ansiosa (¿por qué esperándome? ¿y por qué muda y ansiosa?); pero a veces sucedía que ella no llegaba a tiempo o se olvidaba de este pobre ser encajonado, y entonces yo, con la cara apretada contra el muro de vidrio, la veía a lo lejos sonreír o bailar despreocupadamente o, lo que era peor, no la veía en absoluto y la imaginaba en lugares inaccesibles o torpes. Y entonces sentía que mi destino era infinitamente más solitario que lo que había imaginado.

1 comentario:

Dulce ser de piedra dijo...

Me fascino ese pequeño libro desde la primera vez que lo lei.. en especial la forma de ver a los criticos de arte.. a los burocratas, etc..-tara de ineptos!
Buen libro para entrañarnos en lo mas profundo de Sabato.