miércoles, 13 de marzo de 2013

El caballero de la rosa



A los pobres la disciplina de los otros les impide pensar, y a los ricos la suya propia... Que uno sea culto o inteligente figura entre las cualidades que lo hacen apto para el matrimonio o la vida social, como ser buen jinete, amar la naturaleza, tener encanto o vestir un frac impecable. Carecen de curiosidad intelectual. En su mayoría, los libres de preocupaciones se sumergen en lo cotidiano como los pequeños burgueses... Todavía recuerdo mi espanto cuando una joven aristocrática de vaga ascendencia, que apenas podía hablar alemán sin un afectado acento extranjero, me confesó su simpatía por Hitler, tan incompatible como su figura parecía con la de éste. Entonces pensé que su encantadora imbecilidad le impedía darse cuenta de quién era ella. Pero era más lista que yo, pues lo que ella representaba ya no existía, y borrando su conciencia de clase, su destino individual lograba que su ser en sí, su condición social, quedase patente. Resulta tan duro integrarse arriba, que la posibilidad de la divergencia subjetiva se anula y no hay modo de buscar la diferencia más allá del corte distinguido del vestido de noche.

(Minima Moralia, T. W. Adorno)

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