lunes, 9 de enero de 2012

Santos hundidos

Pero él conocía la vida, su fealdad y su hermosura, su grandeza a pesar del lodo que la infestaba, y vive Dios que hablaría de esas cosas. Los santos del Cielo sólo podían ser puros y justos. No necesitaban que nadie les colmara de elogios. Pero los santos hundidos en el fango... ¡ah, eso sí que era un milagro! Eso hacía que vivir mereciera la pena. Ver cómo la grandeza moral salía de los pozos negros de la iniquidad; elevarse y vislumbrar la belleza, débil y lejana, con unos ojos anegados en barro; contemplar cómo de la flaqueza, la fragilidad, el vicio y la violencia extrema surgía la fuerza, la verdad y los valores espirituales más nobles...

(Martin Eden, Jack London)

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