lunes, 9 de julio de 2012

El beso




... Igual que un recitador que por primera vez actúa ante el público, veía todo lo que había delante de su vista, pero lo visible no se entendía bien (tal estado, en que el sujeto ve pero no entiende, es denominado por los fisiólogos como “ceguera psíquica”)


            La idea de que era un hombre común y que su vida era común lo alegró y lo reconfortó. Se puso a dibujar en su mente a ella y su dicha con coraje, a su antojo, sin contener ya su imaginación...


            Comenzó la vida de campamento... Fueron sucediéndose los días muy parecidos uno al otro. En todos estos días, Riabóvich sentía, pensaba y se comportaba como un enamorado. Cada mañana, cuando el ordenanza le alcanzaba lo necesario para lavarse, se echaba el agua fría sobre la cabeza y recordaba que en su vida había algo bueno y cálido. 


... encabezados por el setter Lobytko, efectuaban asaltos donjuanescos al suburbio del pueblo, Riabóvich, que tomaba parte en ellos, cada vez estaba más triste, se sentía muy culpable y mentalmente le pedía perdón a ella...


            Y todo el mundo, toda la vida se le aparecieron como una broma incomprensible e inútil... Habiendo apartado la vista del agua y mirando al cielo, recordó de nuevo cómo el destino, en la persona de una mujer desconocida, lo había acariciado sin querer; recordó los sueños y las imágenes del verano, y su vida le pareció sumamente pobre, miserable e incolora...

(El beso, Antón Chéjov) 

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