lunes, 13 de agosto de 2012

Grande y pequeño





A la filosofía le ocurre entonces lo que a la mala pintura, que imagina que la dignidad de una obra y la celebridad que adquiere depende de la dignidad de los objetos representados; un cuadro de la batalla de Leipzig valdría más que una silla en perspectiva caballera. La diferencia del terreno conceptual con el artístico en nada altera la mala ingenuidad. Cuando el proceso de abstracción carga a toda conceptuación con la ilusión de la magnitud, al propio tiempo se acumula en él, por efecto de la reflexión y la visión clara, su antídoto: la autocrítica de la razón es su más auténtica moral. Lo contrario de ella, lo que se ve en la fase última de un pensamiento a disposición de sí mismo, no es otra cosa que la eliminación del sujeto.


(T. W. Adorno, Minima Moralia)

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