lunes, 27 de agosto de 2012

Todopoderoso

Aún mantuve durante varios años, relaciones públicas con el Todopoderoso, pero en privado dejé de visitarle. Sólo una vez tuve el sentimiento de que existía. Había jugado con unos fósforos y quemado una alfombrita. Dios me vio, sentí Su mirada en el interior de mi cabeza y en las manos; estuvo dando vueltas por el cuarto de baño, horriblemente visible, como un blanco vivo. Me salvó la indignación; blasfemé, murmuré como abuelo: "Maldito Dios, maldito Dios, maldito Dios". No me volvió a mirar nunca más.

(Las palabras, Jean-Paul Sartre)

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