sábado, 4 de agosto de 2012

Sin bigotes ni sal

Un beso sin bigotes, se decía entonces, es como un huevo sin sal; yo añado: y como el Bien sin el Mal, como mi vida entre 1905 y 1914. Si sólo nos definimos por oposición, yo era lo indefinido de carne y hueso; si el odio y el amor son el anverso y el reverso de la misma medalla, no quería nada ni a nadie. Estaba bien: a nadie se le puede pedir que odien y guste a la vez. Ni gustar y amar.

(Las palabras, Jean-Paul Sartre)

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