lunes, 9 de septiembre de 2013

Lonja



En una sorprendente anotación de su diario, Hebbel deja caer la pregunta de qué es lo que, “con el paso de los años, resta a la vida su encanto”. “Y es que en todas las muñecas vistosas, cuando quedan desvencijadas vemos el mecanismo por el que se las mueve, y, a causa de ello, la estimulante variedad del mundo se diluye en una insípida uniformidad. Cuando un niño ve actuar a los volatineros, tocar a los músicos, traer el agua a las muchachas y rodar a los carruajes, piensa que todo eso acontece por el puro placer y alegría de hacerlo; no puede imaginarse que esa gente también come y bebe, se va a la cama y se levanta. Pero nosotros sabemos cuál es la realidad.”... Los animales, al existir sin realizar ninguna tarea que el hombre les reconozca, son algo así como la expresión de su propio nombre, de o por esencia no intercambiable. Ello hace que los niños los amen y que su contemplación sea dichosa. Yo soy un rinoceronte, significa la figura del rinoceronte. Los cuentos y las operetas conocen estas figuras, y la cómica pregunta de la mujer acerca de cómo sabemos que Orión se llama en realidad Orión se eleva a las estrellas.

(Minima Moralia, T. W. Adorno)

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