lunes, 7 de noviembre de 2011

Educación

Entonces comencé a plantearme dudas sobre el sistema educativo en el que había estado inmerso, ese sistema que obliga a los chicos a quedarse quietos en una silla a partir de los seis años (creo que ahora es a los cuatro años), que les exige su conformidad y su obediencia, convierte la sumisión en una costumbre, y los doméstica para hacerles sentir la necesidad de seguir siempre las indicaciones de la autoridad -los profesores- y nunca cuestionan los juicios emitidos desde arriba. Así llegan a creer que el progreso consiste en aprender a creer lo que los profesores creen y en ser capaces de repetirlo cuando se les pide que así lo hagan.

(Mi vida, Elia Kazan)

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