martes, 21 de mayo de 2013

Aguafiestas


Las afinidades entre el ascetismo y la embriaguez, que la sabiduría psicológica universal siempre ha observado, la fobofilia de los santos y las prostitutas tiene un fundamento objetivamente indiscutible en el hecho de que el ascetismo ofrece mayor posibilidad de satisfacción que las dosificaciones de la cultura... Una construcción de Schopenhauer expresa inconscientemente algo de esta sospecha. El paso de la afirmación a la negación de la voluntad de vivir tiene lugar en el desarrollo de la idea según la cual en toda inhibición de la voluntad ésta sufre por causa de un obstáculo “que se interpone entre ella y el objetivo que persigue, mientras que, por el contrario, el logro de su objetivo tiene por resultado la satisfacción, el bienestar, la felicidad”... “Tan pronto como la necesidad y el sufrimiento conceden al hombre una tregua, el tedio está tan cerca que le crea la necesidad del pasatiempo. Lo que a todo ser vivo le ocupa y le pone en movimiento es la lucha por la existencia. Pero con la existencia una vez asegurada no sabemos qué hacer; de ahí que el segundo impulso que la pone en movimiento sea el deseo de sacudir la carga del existir, de hacerla insensible, de ‘matar el tiempo’, es decir, e huir del tedio”... No en vano combinó Baudelaire la esclavizante obsesión erótica con la espiritualización y llamó inmortales por igual al beso, al perfume y la conversación. La fugacidad del placer, que el ascetismo subraya, responde la hecho de que, fuera de los minutes hereuses, en los que la vida olvidada del amante revive en las rodillas de la amada (Ch. Baudelaire, le balcon), no se da placer ninguno.

(Minima Moralia, T. W. Adorno)

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