viernes, 10 de mayo de 2013

Memorias y Digresiones


 

Un museo de objetos monstruosos:
   ... Hay que vivir lejos de las cosas feas, me dije: no tolerar que la perversa curiosidad nos eche en brazos de cualquier mujer ni que en la lista de obras aparezcan los primeros libros.


Ser los otros:
   Consuélate pensando: “Si me va mal, le va bien”.


Viajes:
   Cuando viajamos, el presente no logra su plena realidad; es casi un pasado, casi una anécdota; por eso es nostálgico y, también, feliz. (De noche, en Londres)


Nadie es totalmente fuerte:
   El mismo lobo tiene momentos de debilidad, en que se pone del lado del cordero, y piensa: “Ojalá que huya”.


Filósofo e historiador:
   Dije (faltando apenas a la verdad) que prefiero la conversación de las mujeres a la conversación de los hombres, porque los hombres son historiadores, las mujeres, filósofos. Los hombres declaran que tal político pactó en el clero, que baja el kilo vivo y que el ocho se dio tres veces. Las mujeres discurren sobre la vida, sobre la muerte y sobre el amor.


Interlocutores:
   ... A la observación más fortuita y más innocua le buscan una interpretación personal. Como todo el mundo, sólo están interesadas en sí mismas. La llave del éxito: Recuerda siempre que tu interlocutor no tiene otro interés que sí mismo. Háblale del él; ofrécele una ocasión para que se analice y para que se explique; no lo obligues a admitir en trueque informaciones sobre ti. ¿No ves? El pobre espera cortésmente que te calles; recoge tus palabras como parte de un trueque inevitable; no le interesan; quiere hablar de nuevo.


Suspensiones de la incredulidad
   ... “¡Soy el amante de una mujer casada!”, jugamos a ser amantes, jugamos a ser estancieros o abogados o escritores, jugamos a establecernos en los lugares y en el mundo, jugamos a estar tristes y jugamos a que nada nos gusta tanto como el tango Una noche de garufa, el té solo, Aix en Provence, o escribir en cuadernos de papel cuadriculados y suave. ¿O no es sincero el que no sabe fingir ante sí mismo?

La vida, para los jóvenes
   I
¿No hubo acaso un momento de mi vida –y de la tuya, lector- en que todo era posible?
   II
Alguna vez creí que todo era muy poco en la inmensidad de mi vida.


A mi prójimo 
   Tu alma didáctica no debe halagarse con la suposición de que te irrito porque tengo defectos. Te irrito porque existo.


Resultado
   Conócete a ti mismo; conviértete en egoísta y en enfermo.


La vocación 
   De las peores aberraciones del intelecto y de una conjugación de los maestro más groseros, como una rosa nacida en la basura, surge trémula pero incontaminada y triunfal, la vocación literaria.


Escribir
   Cada frase es un problema que la próxima frase plantea nuevamente.


Para un tesoro de sabiduría popular 
   Me dice la tucumana: “Si te pica una araña, mátala en el acto. Igual distancia recorrerán la araña desde la picadura y el veneno hacia tu corazón”.


Ex poeta
   Un amigo me explica: “Hasta hace cosa de dos años el muchacho no hacía más que leer poesía; era un haragán perfecto. De pronto, como a quien lo llama la vocación religiosa, se metió en los negocios y lo agarró el torbellino. Ahí lo tienes, un hombre cambiado: trabaja todo el día, gana plata que es un gusto. Lo malo es que el nerviosismo lo afecta y la cara se le llenó de granos. Ahora sueña con retirase por dos o tres meses a una chacra, a leer poesía, a bocetar algún soneto, a descansar, a curarse. Pero el torbellino lo tiene como loco y no puede”.


Motivos 
   Los enamorados más fieles, aquellos que se entregan más generosamente, traicionan por principio, para rescatarse un poco.


Suertes habituales 
   Habría que persuadir a la gente de que, en amor, gustar y no gustar, dejar y ser dejado, son las suertes ordinarias, que debemos acatar con naturalidad, sin orgullo y sin amargura; habría que recordarles que el dialogo y el trato no son escaramuzas y que “la urbanidad y la alegría deben preceder a toda moral, porque son los deberes puros” (Stevenson).


Las mujeres 
   La denominación “las mujeres” no incluye a las mujeres feas.


La sociedad de las mujeres 
   Un amigo me dijo: “El trato con las mujeres nos vuelve quejosos. Para obtener simpatía y no reproches, para anticiparnos a las quejas -¿qué otra cosa cabe esperar de las mujeres?- cuando estamos con ellas, nos dolemos. El hábito se establece y muy pronto nos dolemos también cuando estamos solos”.


Promesa 
   Las mujeres deseadas y los ideales, ay, se alcanzan.


Paraísos artificiales 
   Entre el amor y el opio, elige el opio. En los espejos de su laberinto soñado sólo encontrarás tu pobreza, pero el amor te impondrá una mujer y la degradación infinita de su tontería y de su realismo.


Lealtades incompatibles 
   El amor corrompe. A la persona querida, nada negamos: ni la minuciosa infidencia al amigo, ni la superflua traición. Para ser leales con una persona, somos desleales con todas.


De un antiguo 
            De paseo con tu amor, en tonneau, mira de frente; si por cualquier motivo detienes el carricoche, lánzate en brazos de tu amada: le probarás tu amor y te dispensará de verla.

Somos el centro del universo
   I
Para que olvidemos nuestro verdadero destino, los hombres representan el drama de la civilización. Todos son actores que trabajan para nosotros. Todos, incluso el verdugo.


El médico y nosotros 
   Para el médico no estamos enfermos, somos enfermos.


Nuestro camino 
   En el camino de la muerte, sólo hay héroes.


El refugio 
   Nunca he sido ahorrativo ni prudente; sin embargo, desde mis primeros recuerdos tuve el sueño de la Madriguera de Kafka: hacer una cueva con amplias reservas de alimentos e inexpugnables defensas y retirarme a ella y gozar de la sensación de seguridad. También, desde chico, he cavilado sobre lo insuficiente de todas las reservas y lo precario de todas las defensas; ha comprendido, con vana inquietud, que las mismas virtudes que recomiendan un sistema de protección, lo hacen más vulnerable. Y así ad infinitum.


Fábula 
   ... o tal vez porque pensábamos que en ese bote, en el umbral de la muerte, ya no teníamos historias personales, ni circunstancias, ni méritos, ni culpas, ni nombres; ya éramos todos idénticos, todos lo mismo, y concebir elecciones de uno para el infierno y de otros para el cielo nos parecía una perversa y enigmática locura.


(Memorias y digresiones, Adolfo Bioy Casares)

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