jueves, 31 de mayo de 2012

Lagunas





Su sentido está en acostumbrar al escritor a detallar de modo explícito todos los pasos que le han llevado a una afirmación suya para así hacer a cada lector capaz de repetir el mismo proceso y, si es posible –en la actividad académica–, duplicarlo. Ello no sólo opera con la ficción liberal de la comunicabilidad libre y universal de cada pensamiento impidiendo su concreta y adecuada expresión, sino que también resulta falso como principio para su exposición misma. Porque el valor de un pensamiento se mide por su distancia del continuo de lo conocido. Objetivamente pierde con la disminución de esa distancia; cuanto más se aproxima al standard preestablecido, mayor merma sufre su función antitética, y sólo en ella, en la relación explicita con su antítesis, y no en su existencia aislada, se funda su pretensión. Los textos que escrupulosamente se empeñan en reproducir sin omisiones cada paso, irremediablemente caen en la banalidad y en una tediosidad que no sólo afecta a la tensión de la lectura, sino también a su propia sustancia… El conocimiento se da antes bien en un entramado de prejuicios, intuiciones, inervaciones, autocorrecciones, anticipaciones y exageraciones; en suma, en la experiencia intensa y fundada, mas en modo alguno transparente en todas sus direcciones… Esta insuficiencia se asemeja a la de la línea de la vida, que corre torcida, desviada, desengañándose de sus premisas, y que sin embargo sólo siguiendo ese curso, siendo siempre menos de lo que podría ser, es capaz de representar, bajo las condiciones dadas a la existencia, una línea no reglamentada. Si la vida realizase de modo recto su destino, la malograría. Quien pudiera morir viejo y con la conciencia de haber llegado a una plenitud exenta de culpa, sería como un muchacho modelo que, con una cartera invisible a la espalda, aprobase sin lagunas todos los cursos. Pero en todo pensamiento que no sea ociosos queda grabada como una marca de la imposibilidad de su completa legitimación, igual que entre sueños sabes que hay unas horas matemáticas que por pasar una feliz noche en la cama desperdiciamos, y que nunca se podrán recuperar. El pensamiento espera que un buen día el recuerdo de lo desperdiciado lo despierte, transformándolo en doctrina.

(Minima Moralia, T. W. Adorno) 

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