lunes, 14 de mayo de 2012

Lejos del fuego



Pero quizá nada sea tan funesto para el porvenir como el hecho de que literalmente nadie pueda ya advertirlo, pues todo trauma, todo shock no superado en los que regresan es un fermento de futura destrucción. Karl Kraus tuvo el acierto de titular una de sus obras Los últimos días de la humanidad. Lo que hoy está aconteciendo habría que titularlo “Hacia el fin del mundo”.
… Basta con pensar en la venganza de los asesinados. Si se elimina a un número equivalente de los asesinos, el horror se convertirá en institución, y el esquema pre-capitalista de la venganza sangrienta, reinante aún desde tiempos inmemoriales en apartadas regiones montañosas, se reintroducirá a gran escala con naciones enteras como sujetos insubjetivos. Si, por el contrario, los muertos no son vengados y se aplica el perdón, el fascismo impune saldrá pese a todo victorioso, y tras demostrar cuán fácil tiene el camino se propagará a otros lugares. La lógica de la historia es tan destructiva como los hombres que genera: dondequiera que actúa su fuerza de gravedad, reproduce el infortunio del pasado bajo formas equivalentes. Lo normal es la muerte.
… El enemigo es a una paciente y cadáver. Como los judíos bajo el fascismo, es simplemente un objeto de medidas técnico-administrativas, y si se defiende, su contraataque toma al punto el mismo carácter. A lo que se añade el rasgo satánico que en cierta manera se exige más iniciativa que en la guerra al viejo estilo, de que por así decirlo, la energía toda del sujeto se emplea en crear la ausencia de sujeto. La inhumanidad consumada es la realización del sueño humano de Edward Grey de la guerra sin odio. 


(Minima Moralia, T. W. Adorno)

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