martes, 29 de mayo de 2012

notas sobre Sexo y Carácter




Del todo puede sacarse provecho para el conocimiento del hombre y de la mujer, para la exacta determinación del ser humano ideal (ideal en el sentido del típico, sin añadirle una valoración).


... Las consideraciones antes realizadas acerca de las diferencias somáticas sexuales muestran que la sexualidad no se limita simplemente a los órganos de la cópula y a las glándulas genitales. Pero ¿dónde deben trazarse los límites? ¿Se halla limitado el sexo en los caracteres sexuales “primarios” y “secundarios”? ¿Son más amplios sus límites? Con otras palabras, ¿dónde está encerrado y dónde no está encerrado el sexo?


... en efecto, aunque ciertas zonas sean más erógenas que otras, todo el organismo de la mujer tiene una acción de ese tipo sobre el hombre, y, recíprocamente, todo el organismo de un hombre tiene acción excitante y atractiva para la mujer.


... En un individuo masculino, cada una de sus partes, incluso la más pequeña, es masculina, aun cuando pueda asemejarse a la de una hembra, y, del mismo modo, todas las partes de ésta son tan sólo femeninas.


... Los hombres afeminados tienen, en general, una piel femenina; las células masculinas tienen en ellos débil tendencia a la multiplicación, y a ello debe atribuirse el escaso desarrollo de los caracteres sexuales macroscópicos, etcétera.


... cosa que quizá podrá aparecer perfectamente comprensible a los investigadores del futuro, ya que todo ser viviente se origina por estrangulación división de una sola célula.


... Por ejemplo, todas las investigaciones realizadas sobre las diferencias sexuales del cerebro carecen de importancia, ya que no han sido estudiadas las relaciones típicas, sino que, por lo que al sexo se refiere, nos hemos dado por contentos con el examen superficial del cadáver o con la partida de bautismo: así, el primer Juan o la primera María con que se tropieza en la mesa de autopsia han sido considerados como los perfectos representantes de la masculinidad y de la feminidad respectivamente.


... Pero el hombre y la mujer son tipos que en la realidad nunca están representados en estado de pureza, de modo que jamás podemos decir que por la atracción sexual un ser estrictamente masculino y un ser estrictamente femenino tratan de aproximarse.


Cada individuo tiene, respecto al otro sexo, un “gusto” determinado y perfectamente particular. Cuando comparamos las imágenes de las mujeres que fueron amadas por algún hombre famoso de la historia, observamos casi siempre que todas ellas ofrecen notables semejanzas, que aunque se manifiesten del modo más evidente en los caracteres fácilmente apreciables, como es la figura (en el sentido del crecimiento) o el rostro, se extiende también a los más pequeños rasgos, pudiéramos decir incluso que hasta las uñas de los dedos. Algo análogo ocurre en los casos restantes. Por esto, una mujer que provoca una fuerte atracción sobre un hombre aviva el recuerdo de todas las que en él han ejercido una acción análoga. Todos nosotros conocemos numerosos casos cuyos gustos por el otro sexo nos han hecho exclamar: “Soy incapaz de comprenderlo.”


(Sexo y Carácter, Otto Weininger)

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