viernes, 23 de marzo de 2012

notas sobre "El don supremo"



Más que facultad, yo diría que la imaginación es virtud. En el origen de todo acto cruel ¿no hay una pobreza de imaginación, que impide la menor corridita simpática, el traslado, siquiera momentáneo, a la situación del prójimo? El egoísmo proviene de idéntico defecto. Con visión clara de nuestra futilidad ¿pondríamos tanto empeño en fomentarnos y en agasajarnos?
La mente humana, máquina bastante simple, trabaja con pocas ideas. El párrafo anterior registra una de las que habitualmente me ocupan. Aquí va otra: los viajes, porque nos enriquecen de recuerdos, agrandan la vida. Despachado el ideario, me apresuro a declarar que mi conducta es libre.


-¿A usted no le importa perder?
-Sospecho que a él le importa ganar.
-¿Para que él ganara usted dio por buena la pelota?
-Es claro.
-Qué generosidad. Qué espíritu deportivo.


-La idea es un consuelo. Sin embargo nada disculpa ese lenguaje. ¡Hablar así de las mujeres, que merecen nuestro respeto y protección! Yo también hablaré de una mujer. No con sarcasmos baratos. ¡Con el corazón en la mano! Cuando allá arriba lo vi tan digno me dije: “Si apenas lo conozco, mejor. Será un consejero imparcial. Voy a consultarlo”.


Comentario sobre El don supremo

Mi yerro, como escritor, fue probablemente el de contar ficciones, a la postre mentiras; las mentiras, quién lo ignora, llevan adentro un germen de muerte. Ahora contaré un suceso verdadero...


(El don supremo, Adolfo Bioy Casares)

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