lunes, 12 de marzo de 2012

notas sobre "Historia prodigiosa"



-Lo andan matrereando, como Cruz y Fierro –comenté.
-Los dioses no están abandonados –me aseguró-. Los dioses no necesitan de los hombres. ¡Los hombres son los abandonados!


-En privado puede usted opinar lo que quiera ¡y aún así! Pero no le permito que se mofe de medio mundo, que siembre una duda que no es constructiva, que niegue las creencias más arraigadas.


-¿Dios no existe? ¿El diablo no existe? ¿No hay vallas para la natural maldad de los hombres? No, amigo mío. Usted se equivoca y me apena. Dígame: ¿tampoco existen las cárceles, verdaderos establecimientos modelo, donde reprimimos a los delincuentes y aun a otros que, en su triste frivolidad, olvidan que no es posible ofender al prójimo? Deponga sus burlas y créame: hay cielo, hay infierno, y el infierno es tan necesario como el cielo. Confiese que todo existe, lo espero de su buen corazón, y estrecharé su mano.



(Historia prodigiosa, Adolfo Bioy Casares)

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