miércoles, 7 de noviembre de 2012

Prueba de oro


            
Cuando nada hay ya de obligatorio que exigir del hombre, por lo menos que éste sea íntegramente lo que es. En la identidad de cada individuo consigo mismo, el postulado de la verdad íntegra, así como la glorificación de lo fáctico, es traspuesto del conocimiento ilustrado a la ética... “Todo individuo –dice en una nota a pie de página del cuarto libro de El mundo como voluntad y representación– es, por una parte, el sujeto del conocimiento, es decir, condición integrante de la posibilidad del mundo objetivo, y por otra fenómeno individual de la voluntad, la misma que se objetiva en todas las cosas... Y tanto más se enriquece cuanto más libremente se despliega en ella reflejándola, mientras que la delimitación y la solidificación que el individuo reclama como su originariedad, en cuanto tales lo limitan, lo empobrecen y lo reducen... Lo auténtico, a lo que se reducen las mercancías y otros medios de cambio, adquiere el valor del oro. Pero como en el oro, la autenticidad abstracta de sus quilates se convierte en fetiche.

(Minima Moralia, T. W. Adorno)

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