jueves, 29 de noviembre de 2012

un poco de teatro

Ent.: Usted ha publicado obras en todos los géneros literarios excepto el drama. ¿Por qué no ha trabajado este género?

J. U.: Nunca me han gustado mucho las comedias; siempre parecen tener un acto de más y a menudo no las oigo bien. Recuerdo la última comedia que fui a ver, a Delicate Balance; me senté cerca de la pared y los camiones seguían cambiando de velocidades fuera, por lo que me perdí la mayor parte del diálogo. La irrealidad de ver gente con la cara pintada repitiendo cosas que se han venido diciendo durante meses sobre una escena es más de lo que puedo soportar. Además pienso que el teatro es una arena movediza de dinero y gente con empuje. Harold Brodkey, un espléndido escitor de mi edad, pasó cinco años escribiendo una comedia que nunca se presentó. Desde Twain y James hasta Faulkner y Bellow, los novelistas metidos a dramaturgos siempre han terminado mal. Un novelista no está mejor preparado para escribir teatro que un corredor de fondo para el ballet. Una comedia es un ballet verbal; y quiero incluir en esa ecuación algunas serias reservas en cuanto al ballet. Si no se hace perfectamente, se vuelve muy cansado. La capacidad de mímesis de una comedia es sólo una parte respecto de la de una novela. Shakespeare, y Shaw en menor grado, escribieron sus comedias como ejercicios para actores que ya conocían; así, sin Will Kempe no habría habido Falstaff. Sin esta especie de intimidad se reduce las posibilidades de llevar la vida a la escena. Considero que el teatro americano es, a ambos lados del telón, sólo una excusa para ser sociable.


(John Updike. Conversaciones con los escritores, The Paris Review)

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